lunes, 18 de enero de 2010

Una canción más



Titulo:Una canción más
Autor:PukitChan
Genero:Drama, Romántico, Songfic
Pareja:EirixShuichi
Clasificacion:+16




Una canción más
Miró el cielo nublado de la tarde, sonriendo tristemente. Estaba sentando en una cafetería, analizando cada momento que había perdido en los últimos dos meses, desde que Shuichi lo había abandonado.
Cerró los ojos mientras bebía lentamente su café. En todo el lugar se escuchaban canciones tranquilas y románticas, quizás para acompañar la melancólica tarde. Fue entonces cuando escuchó una balada que llamó su atención, no tanto por quien la cantaba, si no por quién la había compuesto.
Yuki Eiri había plasmado esas letras y pidió a Seguchi que se tomarán como las de un compositor anónimo y así fue como esa canción estuve discretamente oculta en el medio musical interpretada por alguno de los tantos y potenciales grupos que la famosa casa productora NG solía descubrir.

Mientras brillen las estrellas
Y los ríos corran hacia el mar,
Hasta el día que tu vuelvas,
Sé que no te dejaré de amar.

Esa canción que sabía perfectamente, compuso para Shuichi. Y no era la primera, así como tampoco sería la última. Todas esas melodías cursis que lograban salir de sus pensamientos por cada acto que ese lindo vocalista de cabello rosa solía hacer.
Quizás Shuichi siempre supo que las canciones que escuchaba las había compuesto Yuki solamente para él. Tal vez también le dolía porque tenía que adivinarlo, porque el escritor jamás le pudo decir abiertamente: "Esta melodía la compuse pensando en ti"

Si escucharas mi lamento,
Si me vieras volverías.
Ya he pagado un alto precio
Por el mal que yo te hacia.

¿Qué fue lo que ocurrió aquella tarde en la que por irracionales razones había sacado a Shuichi de su vida?
Ahora todo parecía demasiado confuso pero trató de rememorarlo con la mayor claridad que le fue posible.
Ese día, el cantante estaba llorando, pero no era cualquier berrinche como los miles que hacia cada tarde, esta vez era distinto. Sabía por su mirada confusa y dolida, por esos ojos hinchados, por esa marca roja en su mejilla y su mano cubriéndola, que había actuado mal.

Soy culpable, ya lo sé
Y estoy arrepentido, te pido
Imagíname sin ti y regresaras a mi.
Sabes que sin tu amor nada soy
Que no podré sobrevivir.


"¿Por qué lo hiciste?" preguntó temeroso el más pequeño desde el suelo, pero Yuki era sin duda el más asustado. No lograba comprender lo que había sucedido. Le dio a Shuichi una cachetada con una fuerza que logró llevarlo hasta el suelo. Se sentía desfallecer. Había tocado a lo más sagrado para él de una manera horrible. Bonita manera de aceptar la noticia que Shu le había dado hacía tan solo unos cuantos momentos.
"Shuichi, yo..." trató de corregir sus acciones inútilmente con palabras.
"Ya entendí tu respuesta Yuki Eiri." murmuró pausadamente poniéndose de pie, y acercándose al armario.
"¡Shuichi, escúchame!"
"¡Aléjate de mi!, ¡Mi bebé y yo desapareceremos de tu vida ahora mismo!"

Imagíname sin ti cuando mires mi retrato.
Si algo en ti queda de mi,
Regresa por favor, imagíname sin ti.

¿Por qué no lo detuvo? Fue por cobarde. Porque comprendió que lo que en ese momento le había hecho a Shuichi, jamás se lo podría hacer a su hijo. Sí, su hijo. Ese que de la forma más miserable y menos deseada había alejado involuntariamente de su lado. Ese hijo que quizás algún día lo odiara por lo que le hizo a Shuichi. Esa pequeña parte de ti que tal vez jamás podría conocer porque esa tarde en la que el cantante dijo con voz suave "Vas a ser padre" a él se le ocurrió sacar sus temores que lo manipularon para que actuara de la forma en que lo hizo.
Shuichi tuvo razón en abandonar a un cobarde como él. Ese bebé no merecía a un padre tan patético. "... pero que aún así, merece conocer a su padre, por más estúpido que sea" recordó las palabras de Tatsuha cuando llegó a su casa luego de visitar a Shuichi que se había sacado su primer ultrasonido.
Aún no había tenido el coraje suficiente para ponerse de pie y salir corriendo en la búsqueda de Shuichi al departamento de Hiro, en el cual se había estado alojando.
No sentía capaz de reclamar por su derecho de padre cuando ni siquiera había actuado como uno.
"... No hagas que tu hijo te odie a ti como tú odiaste a nuestro padre." Mierda. ¿Desde cuanto tenía el idiota de Tatsuha la razón en las cosas?

Se ha borrado mi sonrisa
Y la lluvia no ha cesado,
Si supieras como duele
El no tenerte aquí a mi lado

Afuera de la tranquila cafetería, la lluvia comenzaba a hacerse presente, con unas pequeñas gotas que avisaban de la próxima tormenta.
Un chico corría desesperado porque lo último que deseaba era enfermarse en ese momento. Veía como los lentes que cubrían sus ojos se iban empañando rápidamente y la gorra que protegía se cabello se estaba humedeciendo. La bolsa que anteriormente traía en sus manos ahora se veía cubierta de la lluvia entre el pecho y el suéter del chico.
En su carrera, miró una cafetería, así que decidió entrar para escapar de la lluvia y comer algo porque su estomago ya le pedía algo de alimento y tampoco quería que en la próxima cita con su doctor, le regañará por no comer saludablemente y como debería. Y no, su agitada vida no servía como excusa.
Escuchó el sonido que la campanilla produjo cuando entró. Con la manga de su suéter intentó limpiar los lentes que no debía quitar de su rostro si es que quería seguir con vida.
Con pasos lentos se dirigió al lugar más escondió de la cafetería, para que pudiera almorzar en paz.

Soy culpable ya lo sé y estoy arrepentido
Imagíname sin ti y regresaras a mi
Sabes que sin tu amor nada soy,
Que no podré sobrevivir.

Cerró sus ojos, todavía ensimismado en sus pensamientos. Si la vida le diera otra posibilidad de que Shuichi lo perdonara... ¿La sabría aprovechar?
Su sentido del olfato se vio invadido por el aroma que había extrañado con locura: fresas. Volteó encontrándose con un chico que trataba de ocultar su persona, pero no importaría si estuviera disfrazado de payaso, pues sabría reconocerlo. Ese chico era Shuichi.
Sin poder evitarlo, bajó su mirada hasta el estomago del cantante. Sabía por supuesto, -gracias a los informes de Tatsuha - que tendría aproximadamente tres meses y medio. Seguramente, y como pudo comprobar, debajo de ese suéter de vivos colores, aún no se podía notar el embarazo del chico.
Shuichi caminó a una parte solitaria del lugar, ignorando por completo la presencia del escritor, pero Eiri se llenó de una ternura jamás sentida cuando pudo ver que al sentarse, Shuichi acarició la parte baja de su estomago.
"Recupera tu vida" escuchó otra vez la voz de Seguchi en su mente, tan clara como esa misma mañana había sonado a través del teléfono.

Imagíname sin ti cuando mires mi retrato
Si algo en ti queda de mi
Regresa por favor, imagíname sin ti...

Shuichi Shindou esperaba paciente a que le trajeran la sopa caliente que había ordenando para alimentarse mientras acariciaba suavemente a su pequeño bebé. Sentía tristeza por aquella tarde en la que Yuki había actuado de esa manera, aunque de alguna manera entre las miles de posibilidades en que la forma en que el rubio habría tomado la noticia, esa estaba seguramente.
¿Acaso tendría que criar a su hijo solo? Eso era lo que menos deseaba pero que sin duda parecía ser la que la vida le ofrecía. Por más que le dolió la actitud de Eiri simplemente no podía odiarlo. Jamás lo haría, pero eso no significaba que no doliera.
-¿Puedo sentarme a tu lado? -preguntó una voz tan familiar para él que por un momento sintió que todo se trataba de una aterradora pesadilla.
Levantó su vista encontrándose con el dueño de sus pensamientos, de su amor, de su ser... con el padre de su hijo.
-Yuki -murmuró débilmente, incapaz de relacionar por un momento sus pensamientos de manera lógica -. Adelante, siéntate.
Se sintió extrañado por el tono formal que Shu había usado, pero prefirió no decir nada para no arruinar las cosas como solía hacerlo y se sentó frente al cantante.
-¿Cómo te encuentras? -se atrevió a preguntar.
-Bien ¬- y casi como para distraerse, miró s su alrededor y contempló a la mesera que se acercaba con su pedido -. Gracias ¬-le mencionó a la mujer cuando colocó la comida en la mesa.
-¿Desde cuando comes sopa caliente? -dijo con tono intrigado.
-Desde que tengo que cuidar a alguien más que a mi mismo -se encogió de hombros y Yuki se sintió un verdadero imbécil: Obviamente Shuichi tenía que ser más cuidadoso con su alimentación.
-Shuichi... -mencionó débilmente llamando la atención del cantante.
-Dime -sin dejar de ver como movía la sopa con la cuchara.
-¿Crees que puedas perdonarme?
-No lo sé -contestó con sinceridad -. Rechazaste a nuestro hijo...
-Yo no hice eso, Shuichi.
-Eso pareció.
-Lo sé, pero entiéndelo. Yo los necesito.

Se formó el odiado silencio. Yuki miró el rostro ligeramente más gordito de Shu, quien sonrió por alguna extraña razón.
-Esa melodía... -dijo y el escritor se dedicó a escuchar la canción que recién comenzaba y era de un grupo musical que ciertamente él no conocía.

Te regalo mi cintura
y mis labios
para cuando quieras besar.
Te regalo mi locura
y las pocas neuronas que quedan ya.

Una lágrima salió de los ojos de Shuichi y Eiri, con un simple movimiento de manos, se dedicó a limpiarla. Aprovechando la situación, rozó la mejilla del cantante donde tiempo atrás había sido golpeado.
-Discúlpame.
El chico tembló. Lo amaba demasiado, tanto, que sería un perfecto idiota si regresaba con él.
-¿Por qué habría de hacerlo?
-Porque quiero que seamos una familia.
-¿Lo estás haciendo por culpa?
-Lo hago por que los amo: a ambos.

Mis zapatos desteñidos,
el diario en el que escribo,
te doy hasta mis suspiros
pero no te vayas más.
-Pero tú jamás quisiste ser padre.
-Lo que no quería era ser un padre estúpido y sé que al inició lo fui, pero quiero ser uno bueno. Uno del que mi hijo se pueda sentir orgulloso.
Casi se lo podía imaginar. Hiro diciéndole de cuan tonto era, Suguru haciendo gesto del tipo "sabía que iba a ocurrir esto", K hablándole con un arma que ahora que se encontraba bien, se dispusiera a trabajar y Sakano por fin relajado de que ahora Shuichi rendiría como debe hacerlo siempre.

Porque eres tú mi sol,
la fe con que vivo,
la potencia de mi voz,
los pies con que camino.

¿Tendría el valor de enfrentarse a todo eso una vez más?, ¿A estar totalmente concientes de que en algún momento y de la forma menos inesperada, Yuki quisiera renunciar?
-¿Por qué abría de confiar en tus palabras, Yuki?
-Sabes perfectamente que son sinceras.
Claro que lo sabía, de alguna manera, podía sentir que el gran Eiri Yuki estaba dejando de lado su orgullo para poder recuperarlos.
Sentía que en verdad lo amaba, que de verdad deseaba con todo su fervor a ese hijo que Shuichi llevaba poco tiempo esperando.
-¿No huirás de esto?
-No. Ya no.
Shuichi se puso de pie y se colocó a un lado del escritor, lo que logró ponerlo de UA manera sorpresiva, totalmente nervioso.
-¿Quieres tocar?


Eres tú amor,
mis ganas de reír,
el adiós que no sabré decir
porque nunca podré vivir
sin ti.
El rubio suspiró profundamente y levantó su mano derecha colocándola sobre el pequeño estomago abultado de Shuichi. Mostrando inevitablemente una sonrisa.
-Nuestro bebé...
-Sí, este es nuestro hijo, Yuki.
El escritor acarició los finos cabellos de Shu, susurrando unas cuantas palabras.
-¿Me dejas estar a su lado de nuevo?
-Sí.

Si algún día decidieras
alejarte nuevamente de aquí,
cerraría cada puerta
para que nunca pudieras salir.

Se abrazaron con ternura y por solo un momento, Shuichi sintió el horrible deseo de poder detener el tiempo, para que Yuki se quedará de esa manera para siempre, pero dado que las leyes del universo hacen eso imposible, se aferró con fuerza a su amado rubio para que sintiera todo su amor, para que supiera que a pesar de todo... ahí estaría él.
No importa lo que los demás lleguen a pensar de esa manera de amar a Yuki. Sabía que estaba bien. Sabía que Eiri lo necesitaba tanto como el aire y quizás hasta más.
Sabía que se amaban con locura.

Te regalo mis silencios,
te regalo mi nariz,
yo te doy hasta mis huesos
pero quédate aquí.
Se miraron fijamente por unos cuantos segundos, hasta que animados el uno por el otro, se besaron apasionadamente para poder recordarse, para poder amarse, e irremediablemente seguir caminando por el resto de la vida.

Porque eres tú mi sol,
la fe con que vivo,
la potencia de mi voz,
los pies con que camino.
-¿Qué ocurre? -preguntó al ver a un lindo rubio entrar a su estudio, justo cuando estaba apunto de terminar esa novela.
-¿Por qué estas escuchando una canción? -el pequeño, pese a tener todas las características del escritor, sin duda alguna era la viva imagen de Eiri.
-Esa canción me recuerda algo -le respondió, quitándose los lentes y parándose para abrazar al pequeño niño de cinco años.
-Ah.... -murmuró y por su expresión, indicaba que no había entendido lo que su padre había querido decirle.

Eres tú amor,
mis ganas de reír,
el adiós que no sabré decir
porque nunca podré vivir
sin ti...

Shuichi entró también al estudio, quedándose mirando, completamente embobado la imagen de su esposo cargando al niño.
-¿Y qué es lo que te recuerda, Yuki? -preguntó el cantante.
Sin vacilar, Yuki abrazó más fuerte a su hijo y murmuró:
-El día en el que, por primera vez, mi vida fue perfecta.






Fin





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